Narguilé y buceo profesional: un cóctel mortal

Narguilé y buceo profesional: un cóctel mortal

La seguridad en la industria del buceo profesional es un constante tema de debate a nivel internacional, que requiere revisiones permanentes a merced de los acontecimientos que protagonizan los buzos profesionales diariamente.

Uno de los puntos que en esta revista hemos tratado con frecuencia es el uso de las técnicas de buceo y los equipos oportunos, para el desarrollo de las inmersiones con las correctas condiciones de seguridad. Las normativas internacionales a la vanguardia de la industria son claramente taxativas en este sentido y recomiendan que las operaciones de buceo se lleven a cabo con la técnica de buceo semiautónomo y equipos de suministro de superficie. Solo en casos muy específicos, y de manera residual, se acepta el uso de técnicas alternativas en este sector, como es el caso del buceo autónomo en scuba, quedando prohibida esta en la mayoría de los casos.

La falta de medios técnicos en algunos países, las costumbres heredadas de tiempos pasados o la búsqueda de la máxima rentabilidad han dejado la puerta abierta al uso de la técnica de buceo denominada ‘hookah’, que si bien ofrece el suministro de aire desde la superficie, es un método prohibido por las normativas que regulan el buceo comercial en los países donde la industria ofrece un mayor desarrollo.

Esta técnica es la responsable de la amplia mayoría de accidentes mortales que ocurren con frecuencia en el mundo del buceo profesional, siendo algunos países de Latinoamérica y Asía los puntos calientes donde se producen estos trágicos casos.

Sin embargo, los reductos de permisividad que existen en algunas normativas europeas con respecto al uso del hookah’, siguen poniendo en riesgo la vida de cientos de buceadores. España es uno de estos casos donde el documento que regula las actividades subacuáticas, deja la puerta abierta al uso de esta técnica y donde el número de accidentes mortales o de extrema gravedad sigue sumando víctimas periódicamente.

El último de ellos fue en el verano de 2021 en San Vicente de la Barquera (Cantabria), donde un recolector de recursos marinos falleció mientras faenaba en la recolección de ocle (alga gelidium). En España, estos buceadores son considerados buceadores profesionales y su actividad es regulada por el Real Decreto 550/2020. El 1 de julio comienza en algunas provincias del norte del país la extracción de ocle y más de un centenar de buceadores se lanzan a las aguas del mar Cantábrico para recolectar el llamado ‘oro rojo’, poniendo en riesgo su salud por diferentes cuestiones que analizamos en este número de SubaQuatica Magazine.

De la mano de Iván Ciudad Valls, experto en prevención de riesgos laborales en buceo profesional, y la Redacción de este medio de comunicación, queremos exponer en el siguiente reportaje los riesgos de esta peligrosa técnica de buceo.

EQUIPO DE BUCEO SEMIAUTÓNOMO
Los equipos de respiración semiautónoma son sistemas de protección respiratoria que proporcionan gases respirables al usuario mediante una manguera o línea conectada a distancia a unas botellas o compresores.
En Europa, en el ámbito laboral, se trata de un EPI, o Equipo de Protección Individual, que es la última barrera entre la persona trabajadora y el riesgo a que está expuesta en su trabajo diario. El Reglamento (UE) 2016/425 lo define como “cualquier equipo destinado a ser llevado puesto o sostenido por una persona para protegerse contra uno o varios riesgos para su salud o seguridad, así como cualquier componente intercambiable que sea esencial para su función protectora, incluyendo los sistemas de conexión a un dispositivo o estructura externos […]”. En concreto, estos equipos de respiración semiautónoma formarían parte de un EPI de categoría III, donde se incluyen aquellos equipos que protegen de los riesgos que pueden tener consecuencias muy graves, como la muerte o daños irreversibles para la salud.
Cuando hablamos del uso de estos equipos semiautónomos en buceo profesional se hace referencia a la técnica de suministro de superficie, aunque en España la ambigüedad de conceptos que existen en el texto del Real Decreto 550/2020, de 2 de junio, por el que se determinan las condiciones de seguridad de las actividades de buceo crea confusión ya desde sus definiciones iniciales. En concreto, en el artículo 2.a), cuando define el buceo como “aquella actividad subacuática consistente en que una persona se mantenga bajo el agua sometida al medio hiperbárico, ya sea con el auxilio de aparatos o medios que permitan el intercambio de una mezcla gaseosa respirable con el exterior, o bien de cualquier sistema que facilite la respiración, o ya sea sin el auxilio de dichos aparatos, medios o sistema”.
Sin entrar a analizar dicha definición, ya que no es objeto de este artículo, nos centraremos exclusivamente en la siguiente oración secundaria: “ya sea con el auxilio de aparatos o medios que permitan el intercambio de una mezcla gaseosa respirable con el exterior, o bien de cualquier sistema que facilite la respiración” , la cual abre la puerta a todo tipo de inventos poco seguros y que históricamente han provocado la muerte de muchísimos trabajadores subacuáticos alrededor del mundo y también en España.

“El narguilé es un equipo de respiración semiautónomo con suministro de superficie, que cuenta con muchas limitaciones y pocas garantías de seguridad. Este sistema ha sido tajantemente prohibido en numerosos países”

En este sentido, existe un rudimentario equipo de respiración semiautónomo con suministro desde superficie, conocido popularmente como narguil, naguile, narguilé o hookah, y que está muy extendido entre los buceadores profesionales alrededor del mundo. El uso de este sistema ha sido prohibido en numerosos países debido a la alta mortalidad y morbilidad que llega a incapacitar a la persona trabajadora para el resto de su vida. El invento en cuestión es muy simple y económico, ya que consiste en suministrar aire al buceador desde un compresor en superficie a través de una manguera que se conecta directamente a un regulador.
Desde el punto de vista de la seguridad y la salud en el ámbito laboral este sistema es con diferencia el menos seguro y no debería ser utilizado nunca ya que no ofrece ningún tipo de garantía. Este sistema se compone de tres elementos que son el compresor, las mangueras y el regulador.
Si analizamos las tres partes que componen el sistema encontraremos que el compresor de aire debería garantizar una óptima calidad del aire respirable, es decir, debería cumplir con los requisitos de la norma EN 12021, ya que esto es vital para la persona trabajadora. Suele ser habitual el uso de un compresor portátil que funciona con combustible desde una embarcación o desde tierra, lo cual ya es un riesgo añadido para el trabajador, ya que la salida de gases por la combustión de combustible o incluso la del propio motor de la embarcación debido al viento, puede llegar a ser absorbido por el sistema de toma de aire que se utiliza para suministrar aire al trabajador. La inexistencia de filtros adecuados puede provocar, además, la llegada de pequeñas partículas gaseosas como el monóxido de carbono, sólidas como metales o líquidas como aceites que pueden derivar, entre otros, en graves problemas en los pulmones de la persona buceadora. Algo similar ocurre con las mangueras. Se han llegado a utilizar mangueras de cualquier tipo, incluso las destinadas al riego. En cualquier caso, éstas siempre deberían cumplir unas características mínimas y haber pasado unos ensayos de resistencia a la tensión, de flexibilidad, de fugas, de flotación y de estallido que verifiquen que no se produzca ningún fallo, aunque también, y no menos importante, deberían superar ensayos de enrollamiento que garanticen que la manguera es resistente al estrangulamiento para garantizar un suministro de aire continuo. Respecto al regulador, aunque tenga todos los certificados y ensayos pertinentes, este sistema no garantiza que en caso de contingencia o pérdida de consciencia, no se pueda desprender de la boca de la persona que está buceando.

UNA TÉCNICA DE BUCEO QUE MATA
Así pues, el sistema ofrece pocas garantías de seguridad a nivel individual y menos en su conjunto. Si a todo lo anterior le añadimos que no existe comunicación con la superficie ni ningún sistema de respiración auxiliar en caso de producirse una contingencia, tenemos las condiciones perfectas para que exista una altísima probabilidad de que el accidente se materialice con graves consecuencias para la persona. Hay cientos de accidentes y enfermedades profesionales documentadas alrededor del mundo que tienen como denominador común el uso de este invento.

“Cientos de accidentes y enfermedades profesionales han sido documentadas alrededor del mundo con el uso de este invento

Por poner ejemplos en España, en 2013 falleció un buzo comercial que estaba realizando labores de limpieza de unas compuertas de un dique a 4 metros de profundidad y una bomba de lodos le succionó arrancándole el regulador de la boca. Utilizaba narguilé. En 2011, un recolector de ocle que trabajaba a 7 metros de profundidad falleció cuando su manguera dejó de suministrarle aire. La manguera fue aplastada en alguna parte o se produjo un nudo en ésta que impidió el suministro. En 2015, un buceador recolector de algas, tras varias inmersiones sucesivas en narguilé a una profundidad máxima de 10 metros, una de ellas con un perfil de buceo en sierra, tuvo que subir a bordo de la embarcación tras sentirse indispuesto lo que derivó en un síndrome descompresivo agudo con enfisema subcutáneo y limitaciones orgánicas y funcionales. Fue declarado posteriormente con una incapacidad permanente total para su profesión habitual derivada de accidente de trabajo. En 2016, un buceador recolector de navajas falleció a doce metros de profundidad cuando el compresor, que le proporcionaba aire a través de un tubo, dejo de funcionar. Estos son solo algunos casos documentados con consecuencias graves en España. El último accidente mortal registrado fue en agosto de 2021, en el que falleció un trabajador de origen senegalés mientras recolectaba ocle a bordo de un barco con puerto base en San Vicente de la Barquera (Cantabria) y que SubaQuatica Magazine publicó en su número de mes de octubre del mismo año.
Con estos ejemplos, los prevencionistas del sector insisten en decir que este sistema simplemente mata y su uso debería estar prohibido, perseguido y sancionado.
La normativa española recoge otro sistema semiautónomo con suministro desde superficie que contrasta con el que acabamos de describir y cuyas diferencias son abismales y muy claros. Se trata del sistema reconocido por las normativas internacionales de vanguardia y que describimos en el cuadro que acompaña a este reportaje. Así pues, si valoramos la seguridad y la salud de las personas trabajadoras es necesario prohibir inventos y otros artilugios que ofrezcan el suministro desde superficie sin garantías y que históricamente han agravado el riesgo de un trabajo ya de por sí peligroso. En su lugar, es necesario optar por equipos adecuados a la operación de buceo, cuales quieran que sean, y proteger la salud de los buceadores con equipos como el que se describe a continuación.

El Suministro de Superficie en la normativa española

El sistema de buceo comúnmente admitido de suministro de superficie lo regula en España el artículo 31 del RD 550/2020 limitando el uso de la técnica de suministro de superficie a las siguientes profundidades máximas: con aire o nitrox hasta 50 metros de profundidad y con mezcla ternaria trimix y binarias heliox, hasta 75 metros de profundidad, con tablas de descompresión adecuadas.

Esta técnica requiere un equipamiento mínimo, que se recoge en el punto 2.2. del Anexo III y que debe estar compuesto por:

-Un cuadro de distribución de gases que constará como mínimo de una entrada para suministro principal; una entrada de reserva independiente a la principal; un manómetro de presión de entrada y salida; un dispositivo de regulación de la presión de salida y una válvula para pasar a suministro de reserva.

-Un sistema indicador de profundidad del buceador.

-Un umbilical, que constará como mínimo de una manguera para el suministro de gases, un sistema de comunicaciones por cable o inalámbrico entre el buceador y superficie, una manguera o cable para el control de la profundidad y elementos que soporten los tirones o esfuerzos realizados por el buceador y que permitan sacar al buceador fuera del agua.

-Un sistema de comunicaciones que constará, como mínimo, de una línea de comunicación buceador-superficie, superficie-buceador y buceador-buceador; un sistema de alimentación eléctrica de emergencia, además del principal y un sistema con capacidad de registro de comunicaciones y que permita conservarlas durante al menos 48 horas.

-Los buceadores dispondrán como mínimo de una máscara facial, mascarón o casco integral, equipado con comunicaciones y válvula anti-retorno; protección térmica ante las condiciones del trabajo; un arnés de seguridad; una botella de emergencia que garantice el suministro de gas para la salida a superficie del buceador; lastrado suficiente; guantes de trabajo; aletas o botas y un dispositivo de corte.

Además, en caso de utilización de heliox, se dispondrá de un sistema redundante de calefacción para los buceadores y traje de agua caliente.

Recolección de Ocle en España

El próximo 1 de julio comienza en España la campaña de recolección de ocle (alga gelidium) y se prevé en torno a un centenar de buceadores participen en su extracción durante los meses de verano. Según la normativa española, los buceadores recolectores de recursos marinos son considerados buzos profesionales y aunque en España esta técnica no suele utilizarse en el ámbito del buceo comercial, el uso del narguilé está extendido entre las empresas que extraen esta alga.
Bajo el amparo del Real Decreto 550/2020 que regula las actividades de buceo en el país, más de una veintena de empresas de pesca que adaptan sus barcos en verano para la campaña de ocle, ponen en riesgo una temporada más la salud y la vida de estos trabajadores subacuáticos.
La utilización de esta alga en el sector médico o la industria farmacéutica, ha elevado su precio y muchos buceadores nacionales e internacionales, acuden al Norte de España, al calor de sueldos diarios que oscilan entre los 300 y los 1.000 euros. SEGUIR LEYENDO

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