“En mi época había que demostrar con tu trabajo lo que ponía en la titulación de buzo comercial”

Historias de Buzos: Francisco Javier Tristán

Una vida llena de inmersiones está cargada de anécdotas en los fondos marinos y vivencias al lado de compañeros inseparables en la profesión, cuyas vidas siempre estarán presentes.

Es el caso de Francisco Javier Tristán Osta (Zaragoza, 1947), un veterano buzo español que dio sus primeros pasos en el buceo cuando solo contaba 15 años. Recuerda cómo tuvo que falsificar su documento de identidad para acceder a un curso en Santander a principios de los 60, algo que comprometía a sus padres durante el Régimen de Franco. Un gran comienzo para alguien cargado de aventuras submarinas.

A principio de los 60 viajó a Madrid para asistir a una reunión de buzos de toda España, convocados por la Administración para conceder títulos a los profesionales subacuáticos. Por aquellos años, el país comenzaba a modernizarse y existía una necesidad de construir nuevas infraestructuras que permitirían a España elevar su nivel de desarrollo frente a otros vecinos europeos.

Fue así como obtuvo su primer título oficial en el Centro de Buceo de la Armada en Cartagena. “Por aquel entonces no había literatura sobre el buceo y el referente era Francia, que claramente nos llevaba ventaja. Así que recurrí a manuales, libros y otros documentos que se editaban desde allí, para aprender sobre la profesión”, recuerda Francisco Javier.

Sus inicios en el buceo

Con 19 años comenzó su vida laboral y llegó al mundo del buceo meses más tarde, armado de formación profesional en diferentes campos de trabajo como la náutica y el peritaje naval, convirtiéndose a lo largo de su carrera en un especialista en el uso de explosivos.

Recuerda que por aquellos años “los sueldos en el sector del buceo eran generosos y con veintipocos años eso era muy atractivo”. Y también que en sus inicios los trabajos eran muy lucrativos. Fue el caso, por ejemplo, del desguace del Sea Lady un buque embarrancado en las costas de Cádiz, donde extraían más de 100 toneladas al día. “Tenía 22 años y ganábamos al mes lo que costaba un coche por aquel entonces”, rememora entre risas.

Recaló muy joven en Sogetram, una empresa francesa que solía realizar trabajos conjuntos con la compañía SubAqua, a la que nuestro protagonista se refiere como el “alma mater de Comex y las que vinieron más tarde”. Comenzó como buzo de tercera, aun teniendo una titulación mayor. “Me dijeron que había que demostrar con trabajo lo que decía el papelito que traía en la mano”, refiriéndose al título de Buzo de Primera que obtuvo años antes.

“Hay mucha teoría y poda práctica hoy en día. Creo que el sistema de formación debería incluir un periodo de experiencia una vez que se deja la escuela”

Y esto es algo que Francisco Javier sigue teniendo presente cuando habla de las nuevas generaciones: “hay mucha teoría y poca práctica en el campo de trabajo. Creo que el sistema de formación debería incluir un periodo de experiencia una vez que se deja la escuela. Me refiero a una etapa con un seguimiento del aprendizaje del buzo en el mundo de la empresa. Es decir, un buzo sale de la escuela sabiendo bucear, usar equipos y muchos otros conocimientos prácticos, pero cuando llega a la empresa, le pagan por trabajar bajo el agua, no por sus conocimientos de buceo. Es importante que los buzos tengan ese baqueteo que te da la obra”, explica mientras recuerda alguno de los proyectos en los que participó.

En algunos de ellos, nuestro protagonista tuvo la oportunidad de conocer a grandes nombres del buceo europeo, como Pierre Cabarrou, el especialista hiperbárico francés que acompañó a Jacques Cousteau en muchas de sus aventuras. También pudo visitar la famosa planta petrolífera de Byford Dolphin, donde años más tarde (en 1983) se produjo uno de los accidentes mortales más trágicos de la industria del buceo.

Una profesión arriesgada: momentos críticos

Y es que el riesgo en esta profesión es algo que siempre está presente y hay que saber medir y evaluar. En este sentido, la carrera profesional de Francisco Javier no ha estado exenta de esas situaciones comprometidas, como las ocurridas durante el proyecto de construcción de la presa de El Atazar, que suministra agua al Canal de Isabel II en la Comunidad de Madrid. Nuestro entrevistado rememora aquellos trabajos junto al doctor Cabarrou, en los que batieron el récord europeo de inmersiones en altitud, buceando con Trimix y en el que hubo hasta 14 accidentes de descompresión. Recuerda cómo un fallo durante el proyecto provocó una grieta en la presa a 90 metros de profundidad, que solventaron sin que el peligro de rotura de la presa trascendiera a los medios. También durante aquella obra, la grúa que transportaba la campana para bajar a los buzos, cayó a 135 metros de profundidad, justo después de que un autobús escolar hubiese parado junto a ella para curiosear; “pudo haber ocurrido una tragedia aquel día”, suspira.

 

“A los 21 años sufrí un accidente en la tubería de una presa. Salvé la vida de milagro, pero eso nunca me impidió continuar”

Pero el momento más crítico de su carrera fue con 21 años, trabajando en la construcción de la presa del pantano de Alcántara (Cáceres). En aquella ocasión, se disponían a tapar una fisura en el túnel de desagüe; un espacio de 30 metros de longitud y 7 de diámetro parcialmente atascado con lodos y restos vegetales.

“Mi compañero José Alarcón y yo bajamos por el túnel a una profundidad de 25 metros y buceamos con una cuerda de guía en busca de la grieta. Cuando llegué a la fisura, un tronco estaba atascado en la grieta e hice fuerza para romperlo. Cuando logré quebrar la madera, el retroceso de una de las dos partes me golpeó contra el techo del túnel y el regulador se rompió. En ese momento estaba solo, porque mi compañero había ido a inspeccionar otra zona. Pensé que era el final. Mi primer pensamiento fue volver al punto de salida, pero recorrer esos 30 metros entre ramas y lodo era imposible. Pensé que un ahogado con agua en los pulmones sería más fácil de encontrar. El milagro se produjo cuando apareció Alarcón, alertado por la luz de mi linterna, que aún pendía de mi muñeca. Se acercó a mí, que estaba semiinconsciente y me dio aire de su regulador, con miedo a mi posible reacción de pánico. Mi respuesta fue respirar y pasarle de nuevo el regulador. Me gané su confianza en ese momento y ayudados por la cuerda de guía, comenzamos a regresar a superficie. Aquel túnel tenía forma de ele y cuando llegamos a la vertical le comuniqué a Alarcón con un gesto que podíamos hacer un ascenso libre de emergencia. Aquel día salvé la vida”, explica Francisco Javier.

Su etapa como empresario

En 1997 comienzo su etapa como empresario, al frente de Excavaciones Submarinas S.L., empresa que fundó junto a otros socios. Durante este periodo, comienza a experimentar con maquinaria de excavación adaptada al entorno submarino, unos prototipos de uso particular para su empresa, que le sirven para hacer, entre otras cuestiones, sondeos bajo el agua para la construcción del Puerto de Granadillas, en Santa Cruz de Tenerife.

Con dicha empresa, también realizó operaciones de tendido de cables submarinos en las Islas Canarias, hasta que en 2007 decidieron cesar la actividad. Francisco siguió con otras empresas de construcción y servicios de mantenimiento hasta su jubilación y recuerda que su última inmersión profesional fue con 62 años.

Desde la tranquilidad de su domicilio familiar de Cádiz, recuerda la itinerancia permanente durante su vida laboral. “He estado tanto fuera, que ahora no cambio un bocata en casa por salir a comer a un restaurante”, nos cuenta con aire divertido.

Muchas vivencias se nos quedan en el tintero cuando finalizamos la entrevista a Tristán Osta, pues nos cuenta muchas anécdotas sobre tesoros arqueológicos que ha podido ver en los fondos marinos. Sobre todo en las costas gaditanas, lugar a donde llegó muy joven de la mano de su padre, un ingeniero de Campsa y, posteriormente, de Renfe que también tuvo que desplazarse por tierras españolas para buscarse el pan.

En sus últimas palabras para SubaQuatica Magazine, recuerda a muchos de sus compañeros de profesión, como José Antonio Verdeja, a quien también tuvimos oportunidad de conocer en esta revista, o a sus hijos José Ignacio y Javier, que también siguieron sus pasos en la profesión durante alguna etapa de sus vidas.

Como consejo de un veterano buzo del sector a las nuevas generaciones, Tristán Osta recomienda que “ante una situación de peligro, el buzo siempre guarde la calma para tomar la mejor decisión, pues de ello puede depender su vida”, concluye.

Seguro encontraremos otro momento para seguir hablando con Francisco Javier y que pueda compartirnos sus vivencias submarinas.

 

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