Un buzo veterano comprometido con la formación y la seguridad
A sus 51 años, Manuel Álvarez Gordo, natural de Cádiz y residente en la actualidad en Alemania por motivos laborales, sigue manteniendo la pasión por los fondos marinos, a pesar de que hoy trabaja en la industria offshore en labores de mantenimiento y montaje.
Buzo comercial, soldador certificado, instructor y eterno aprendiz, su vida ha estado marcada por la formación constante, la seguridad en el trabajo y la conexión permanente con la Unidad de Buceo de Cádiz, con la que sigue colaborando cada vez que puede. Además, es sargento reservista voluntario y su conexión con la Armada marca su trayectoria profesional y personal.
Como buen gaditano, la proximidad al océano Atlántico marcó su infancia. Desde joven, Álvarez Gordo se sintió atraído por el mar, combinando su afición por la pesca submarina con una vida deportiva intensa. “Siempre me gustó el mar, era inevitable”, recuerda.
En 1993 dio un paso decisivo e ingresó en la Armada Española para realizar el curso de buceo en la Unidad de Buceo de Cádiz y más tarde en el Centro de Buceo de la Armada (CBA). “Mis inicios en el buceo de la mano de la Armada me ofrecieron una base sólida. El entrenamiento era exigente, pero salías bien preparado”, asegura.
Con su título de Buceador Ayudante, inició su andadura profesional, alternando maniobras navales en buques como el Martín Álvarez o el Castilla.

Tras su etapa militar inicial, Manuel no abandonó el mar. Mientras cursaba estudios universitarios en Educación Física y Pedagogía, compaginaba los libros con sus primeros trabajos de buceo y, posteriormente, se empleó como calderero y soldador en astilleros en Chiclana.
Su convencimiento sobre la importancia de la formación ha sido inquebrantable: “La formación te abre puertas. En España siempre ha faltado ambición formativa en la industria del buceo”, señala, recordando épocas y episodios oscuros sobre las titulaciones en España. “Afortunadamente eso ha ido quedando atrás con la aparición de escuelas públicas y privadas comprometidas con el sector y mejoras en la regulación”.
Manuel Álvarez Gordo cuenta con una destacada trayectoria profesional respaldada por cinco certificaciones clave en el ámbito del buceo comercial y la soldadura subacuática. Es Supervisor de Buceo con Gases Mixtos, certificado por la Association of Diving Contractors International (ADCI). Dispone de un certificado médico de aptitud hiperbárica internacional, emitido en Alemania por DoMeer GmbH, que lo habilita para trabajos en ambientes hiperbáricos y de buceo offshore.

Además, posee tres cualificaciones de soldador subacuático bajo la normativa AWS D3.6M:2010 Clase B: una expedida por Germanischer Lloyd para el proceso de soldadura húmeda (SMAW), otra otorgada por Det Norske Veritas (DNV) tras pruebas realizadas en Países Bajos, y una tercera emitida por el American Bureau of Shipping (ABS), también bajo los más altos estándares de la industria. Estas acreditaciones lo posicionan como un profesional altamente cualificado y versátil en entornos marinos e industriales.
Durante su paso como instructor en el Instituto Zaporito de (San Fernando-Cádiz), donde además cursó el Grado Medio de Buceo Profesional, compartió su experiencia con nuevas generaciones. “Siempre digo a los chavales que, si quieren progresar, además de bucear deben aprender inglés y seguir formándose”.
Confiesa que la formación es algo que le atrae y que sigue inscrito en la bolsa de trabajo, lo que quizás le lleve nuevamente al centro de formación.
Formación y los momentos críticos
Álvarez Gordo ha trabajado dentro y fuera de España; desde los astilleros de Cádiz hasta grandes proyectos offshore en Angola, Kuwait, Portugal, Malta, Túnez y Holanda. Entre sus hitos destaca su participación durante más de tres años en la construcción del Puente de la Constitución de 1812, popularmente conocido como el Puente de la Pepa, en Cádiz. “Allí aprendimos muchísimo. Eran condiciones muy duras, trabajábamos con ‘chupete’, cinturón de plomo y mucho peligro. Nada que ver con ahora”, recuerda.

Más tarde, su especialización en soldadura subacuática le abriría nuevas puertas. “Los buzos soldadores eran más rentables para las empresas”, explica. Esta habilidad le llevó a certificar sus competencias en Holanda, con sellos de calidad de organismos como Lloyd’s Register o Bureau Veritas. Todo un estricto proceso que le ayudó a posicionarse dentro del sector y del que hoy se siente orgulloso y que recomienda a las nuevas generaciones. “El camino es formarse en el lugar correcto y estar siempre al día de las novedades de la industria en todos los sentidos. Normativa, tecnología o medicina, un buzo debe saber de todo lo que gira en torno a su profesión”, apuntilla.
Pese a su extrema prudencia, la profesión de buzo comercial siempre encierra riesgos, sea cual sea el tipo de operación. Manuel sufrió un accidente grave mientras trabajaba en un astillero de Cádiz.
Una bomba de aspiración, que no fue detenida correctamente, le atrapó el brazo izquierdo. “El dolor era insoportable. Tuve suerte de que una barra de hierro frenara la succión. Si no hubiera sido así, no estaría aquí”, afirma de manera contundente.
Pasó meses en recuperación, pero su resiliencia y fortaleza le permitieron volver al agua en apenas cuatro meses. “No me ha dejado secuelas psicológicas, aunque sí físicas, ya que un dedo se me enfría más que los demás”, relata con serenidad.
Pasión por el buceo
Hoy en día, establecido en Alemania desde hace 11 años, Manuel trabaja en el sector de la energía eólica offshore como especialista en trabajos verticales e inspecciones.
Aunque su labor actual ya no implica el buceo diario, nunca perdió el contacto con la actividad: “Cuando iba a España colaboraba dentro de mis posibilidades con la Unidad de Buceo de Cádiz, donde me siento como en casa. No puedo evitarlo. La pasión por bucear siempre está ahí”.
Su contacto con la unidad ha sido constante y ha participado en tareas de inspección de barcos, búsqueda de materiales, seguridad en ejercicios de salto desde helicópteros y aportando sus conocimientos como asesor técnico en la evaluación y mejoras de los equipos.
Desde su perspectiva, el buceo profesional en España ha evolucionado notablemente. “Ahora hay más formación, más material técnico, se trabaja con casco y comunicación, y la seguridad ha mejorado mucho”, señala.
No obstante, sigue denunciando la falta de prevención específica en buceo: “No hay muchos prevencionistas formados en buceo, y eso es un fallo grave”.
Asimismo, critica la fragmentación de las titulaciones españolas, que dificultan el reconocimiento en el extranjero. “Hasta que no haya una certificación única nacional, seguiremos teniendo problemas de homologación fuera de nuestras fronteras”.

Un embajador de la profesión
Más allá de sus logros, Manuel Álvarez Gordo es un convencido defensor de la profesionalidad, la formación continua y la resiliencia como caminos para dignificar el buceo comercial.
En este sentido, su convicción es firme. “El buzo español es muy resolutivo, muy valorado fuera. Nos adaptamos, solucionamos problemas sobre la marcha. Eso es una fortaleza que no se enseña en ningún curso”, afirma con orgullo.
Para Manuel, el aprendizaje nunca termina. A día de hoy continúa ampliando su formación en trabajos de altura, inspecciones industriales y seguridad offshore.
Aunque su día a día ya no transcurre bajo el agua, su corazón sigue perteneciendo al mar.
“No sé vivir sin un proyecto en mente, sin una nueva formación por delante. Mientras pueda, seguiré buceando, aprendiendo y ayudando a los que vienen detrás”, asegura.
Y en cada inmersión, en cada asesoría a la Unidad de Buceo, en cada proyecto offshore, Manuel Álvarez Gordo demuestra que, más allá del tiempo que transcurra y de la distancia con su tierra, hay pasiones que son para siempre.