“La formación en el CBA era bastante exigente, algo que agradecí durante toda mi carrera como buzo”
Andrés Barba, un buzo con más de 40 años de carrera
Desde las playas de Rota hasta las profundidades de las aguas de los cinco océanos, la vida de Andrés Barba Prieto ha sido un continuo romance con el mar. El espíritu de este artillero de la Armada Española y buzo militar es un claro exponente de aquella frase que recuerda que “el mar no recompensa a los que tienen miedo”.
Un niño de la costa
Andrés nació en Sevilla, pero su corazón pertenece al mar de Rota, la ciudad gaditana donde creció desde los tres años. Su vínculo con el mar comenzó temprano, viviendo a tan solo 72 pasos de la playa, según él mismo relata. “Mi vida era la playa. Desde pequeño, mis padres tenían que venir a buscarme y regañarme porque no salía del agua”, recuerda. Esta cercanía con el océano no solo marcó su infancia, sino que gestó una pasión que definiría toda su vida. “Aunque suene muy tópico, soy de aquellos que lleva en la sangre la sal del mar”, recita con orgullo.
El primer contacto de Andrés con el buceo fue cuando tenía solo 12 años, de la mano de un club local de pesca submarina. “Tanto les di el coñazo, que me dejaron probar un equipo en la orilla de la playa y desde ese momento supe que quería dedicarme profesionalmente al buceo; quería ser un hombre rana”.
Influenciado también por el programa de Jacques Cousteau ‘El Mundo del Silencio’, Andrés tenía claro que su futuro estaba bajo el agua.
Recuerda que con 14 años comenzó a ir al instituto, pero él ya tenía su horizonte profesional bien definido. “Había un destacamento de la Armada Española junto al Muelle de Rota y yo pasaba horas en la puerta hablando con los militares. En aquel entonces no había que tener 18 años para ingresar en el Ejercito y un subteniente me animó a comenzar mi formación militar”, rememora.
La Armada: escuela de vida y buceo
Con 16 años y 3 meses, Andrés ingresó en la Armada Española, convencido de que esta sería la vía para cumplir su meta. Aunque inicialmente eligió la especialidad de artillería, siempre tuvo claro que quería ser buzo. Durante sus primeros años, navegó en fragatas y destructores, llegando a cruzar el Atlántico antes de cumplir 18 años, pero nunca perdió de vista su objetivo.
Finalmente, en 1988, tuvo la oportunidad de realizar el curso de buceo elemental en el Centro de Buceo de la Armada (CBA). Esta experiencia fue transformadora. Andrés destaca el rigor de la formación militar, enfocada en los fundamentos del buceo: física, fisiopatología y mecánica del buceo. “Por aquel entonces había mucha demanda para hacer el curso de buceo básico. Tuve que esperar varias promociones hasta poder ocupar una de las 40 plazas disponibles. Te daban las bases para ser un buen buzo y la formación era exigente. Aprendíamos desde inspecciones hasta pequeñas reparaciones bajo el agua. Con el curso completado, solía embarcar en los buques como buzo de abordo y realizaba inspecciones rutinarias y pequeñas reparaciones. He hecho inmersiones en las aguas de más de medio mundo”, cuenta con el entusiasmo propio de quien ama los fondos marinos y su profesión.
Andrés guarda recuerdos especiales de sus buceos en el Caribe, en lugares como Venezuela, Cuba y República Dominicana. “La claridad del agua y la riqueza de colores eran impresionantes. Bucear en el Caribe me hacía sentir insignificante frente a la inmensidad del océano”, comenta.
Posteriormente, en 1991, completó el curso de buceador de combate, que le permitió especializarse en trabajos con mezclas de gases, manejo de explosivos y operaciones tácticas. Esta formación, que incluía rapel desde helicópteros y patrullas de reconocimiento, lo llevó a superar retos tanto físicos como psicológicos.

Más tarde, culminó su formación con el curso de buceo de gran profundidad, una experiencia que lo marcó profundamente. “Yo venía de ser bucerador de combate que era una labor muy física, pero aquel curso de gran profundidad fue muy duro. Aprendí a trabajar con equipos pesados y técnicas avanzadas como corte, soldadura y manejo de obras hidráulicas; era una formación muy completa. La mía fue la última promoción que hizo inmersiones con el equipo Siebe Gorman clásico. Perdía 5 kilos en algunos de aquellos entrenamientos completando un campo de boyas”.
En todos estos cursos que desarrolló en la Armada, Andrés destacó por su dedicación y habilidades, logrando ser el número uno de su promoción en varias ocasiones, un reconocimiento que revela con mucha modestia.
“El curso de gran profundidad fue muy duro. Aún usábamos el equipo Siebe Gorman clásico y llegaba a perder hasta 5 kilos en algunos entrenamientos”
Buzo comercial: una nueva etapa
Tras más de dos décadas en la Armada, Andrés se retiró en 2006, habiendo alcanzado 25 años de servicio. Pero su pasión por el buceo lo llevó a explorar el mundo del buceo comercial, donde pronto se consolidó como un profesional muy solvente.
Comenzó trabajando en Cádiz, participando en proyectos de refuerzo de cantiles y reparación de infraestructuras portuarias. Su experiencia y disciplina militar le permitieron hacerse hueco rápidamente, ganándose la confianza de empresas que lo contrataban para proyectos más complejos, como inspecciones en tuberías de plantas térmicas y obras de gran envergadura como el Puente de la Constitución en la capital gaditana.

Sus méritos profesionales lo llevan a participar en operaciones más allá de las fronteras nacionales. La construcción del puerto de Tánger en Marruecos fue la primera en suelo internacional y donde lideró equipos de buceo. “Empezamos desde cero, abriendo zanjas y colocando bloques. Fue un proyecto enorme y muy enriquecedor, tanto profesional como personalmente. No estuvo exento de incidentes que afortunadamente no pasaron a mayores”, relata. También trabajó en países como Argelia, Mauritania, Italia y Cabo Verde, en proyectos que iban desde instalaciones de tuberías hasta reflotamientos de barcos.
Otro de los hitos en su carrera fue su participación en el rescate del Costa Concordia, el crucero que naufragó frente a la costa de Italia en 2012. Andrés fue uno de los primeros buzos españoles en trabajar en esta operación, bajo la supervisión de Jim Conray, un reconocido profesional del sector. “Aprendí muchísimo en esa operación, especialmente sobre la importancia de la coordinación y la seguridad en trabajos de alto riesgo. Conroy se formó en la U.S. Navy y su carácter militar era más que evidente. Era un gran profesional y recuerdo que nos echábamos a temblar cada mañana en el briefing, cuando hacíamos el repaso de lo que no habíamos hecho bien el día anterior. Lo recordaba todo al detalle. La verdad que los buzos españoles dejamos el pabellón muy alto en el rescate del Costa Concordía”, afirma.
A las nuevas generaciones
Sobre las formación de buceo en España tiene una visión crítica y exigente. “Hemos recorrido un camino importante pero aún queda mucho por mejorar. En la mayoría de las escuelas actuales, la formación deja mucho que desear”, afirma Andrés. Aunque reconoce excepciones positivas, considera que gran parte de los programas educativos están anclados en métodos antiguos, ofreciendo una preparación teórica y práctica insuficiente para enfrentar los retos del sector.
Andrés señala que muchos jóvenes buzos salen de los cursos con una falsa seguridad en sus habilidades. “He visto chavales que, después de un curso básico, se sienten buzos de primer nivel. Pero el buceo profesional requiere años de experiencia y aprendizaje continuo para conocer la profesión, porque es una disciplina muy amplia y con mucha variedad de trabajos en los que tienes que desarrollarte. Esto no se trata solo de saber manejar el equipo; se necesita formación sólida y mucha humildad”, explica.
Andrés subraya la importancia de elegir una buena escuela que no solo enseñe lo básico, sino que brinde una comprensión completa de las técnicas y los peligros del buceo. Además, aconseja a los recién llegados aprender de los buzos experimentados. “El verdadero conocimiento se adquiere en los tajos, en el trabajo diario, no solo en un aula. Hay que estar dispuesto a escuchar y a mejorar cada día”, destaca.
En cuanto a las condiciones laborales, Andrés lamenta los bajos salarios y la falta de reconocimiento profesional en España. “Los sueldos son una miseria comparados con los del extranjero. Pero también hay jóvenes que, con poca experiencia, quieren cobrar como veteranos. Hay que demostrar valor y capacidad antes de exigir”, comenta.
Por último, Andrés no olvida el tema de la seguridad, un aspecto fundamental para él. “He trabajado en condiciones nefastas y hoy no lo tolero. La seguridad debe ser innegociable. Cualquier empresa que incumpla esto debería ser ilegal”, afirma tajantemente.
Su mensaje final es claro: “El buceo en España necesita ser tomado en serio, no ser tratado como algo marginal. Y a los nuevos buzos, les diría que empiecen despacio, fórmense bien y no dejen nunca de aprender”.
Hoy en día, Andrés Barba está retirado del buceo profesional activo, aunque sigue compartiendo su experiencia a través de charlas y actividades educativas. Es instructor de buceo deportivo y disfruta de inmersiones recreativas en su tiempo libre. “He pasado por el buceo militar, comercial y ahora disfruto del buceo deportivo. Mi vida siempre estará ligada al mar”, concluye.