“Mi accidente se produjo por una acumulación de negligencias totalmente evitables”

Belia Fernández, buzo profesional

Belia Fernández, buzo profesional

Un magnetismo especial por el mar se apoderó de Belia Fernández Avilés (Madrid, 1978) desde pequeña, una atracción que la llevó a dejar en su juventud el alboroto de la capital en busca del refugio de las olas y una tabla de surf en Lanzarote.
Esta hija de asturianos tuvo muy claro a su llegada a las islas que su futuro llevaba casco Kirby y vestía traje de neopreno. Así es como acudió a los 22 años al Instituto Marítimo Pesquero de Lanzarote con una idea fija de formarse como buceadora profesional, algo que consiguió un año después.
Desde su residencia de Las Palmas de Gran Canaria cuenta a SubaQuatica Magazine más aspectos sobre su trayectoria y su opinión sobre la situación actual del Buceo Profesional.

¿Cómo fueron sus inicios en la profesión y cómo se ha desarrollado su carrera?

-Al terminar el curso realicé las prácticas en la empresa Hombres Rana (actual RodriSub). Su gerente, el carismático Rodri, valoró mi entusiasmo y mis ganas y siguió dándome trabajo. Allí aprendí la dureza de la profesión, que no era solamente física. No fue fácil abrirse camino en una actividad “tan de hombres”. De esos inicios guardo más buenos recuerdos que malos y, sobre todo, magníficos compañeros. Pero también me pusieron en alerta de que siendo mujer no podía bajar la guardia lo más mínimo.

Hace años sufrió un accidente laboral, ¿cómo ocurrió y qué repercusiones ha tenido para usted?

-En septiembre de 2015 sufrí un accidente grave por descompresión. Estábamos trabajando en la extracción de un barco hundido en el Puerto de La Luz. Estuvimos unos meses con las tareas de desguace usando sistemas de corte PVL. En las siguientes semanas, la empresa decidió usar una mezcla de aire y Nitrox para nuestras inmersiones. Parece ser que los cálculos no estaban correctos, pues atendiendo a las tablas, me había saltado una parada de 48 minutos, lo que es una barbaridad para un buceador profesional. Cuando salí a superficie empezaron los dolores abdominales, la migraña, las náuseas y seguidamente aparecieron manchas marmóreas en mi piel, lo que me alertó de que se trataba de enfermedad por descompresión. No fui tratada en cámara hiperbárica hasta 7 horas después del accidente, algo también inaceptable.
Más de dos años después, las secuelas continúan. Aún sigo en rehabilitación y he notado una merma importante en mis capacidades perceptivas.
Todo esto me ha afectado mucho. El zumbido no me dejaba dormir; el estrés por encontrarme tan mal y no saber si esto irá a peor, el miedo de no poder disfrutar de mis hijos con salud o haber perdido mi profesión, forman parte de mi día a día.

¿Cree que su accidente pudo evitarse? ¿Fue una negligencia?

-Los accidentes ocurren y en una profesión de tanto riesgo como está, seguirán ocurriendo. Pero hay mecanismo para intentar reducirlos al máximo. Si eres dueño de una empresa está en tus obligaciones conocer y cumplir a rajatabla las leyes y las normativas y, si ocurre algo, pues podrá ser considerado como “accidente”. Pero en mi caso no fue así. Mi jefe de equipo no estaba cualificado para el puesto; ni si quiera tenía la titulación para ello (de esto me enteré después de haber sufrido el accidente) y la empresa carecía de un plan de evacuación en caso de accidente por descompresión. Fue una suma de negligencias que me pasaron una buena factura. Son puntos muy claros e importantes que deben cumplir las empresas: el jefe de equipo tiene muchísima responsabilidad, debe organizar el trabajo y los cálculos de inmersión, entre otras tareas.
¿Y el plan de evacuación? ¡Cómo no se va a pensar en esto teniendo una empresa de buceo. Somos buzos y sufrimos accidentes! Yo pude contarlo y, por suerte, ninguno de mis otros compañeros que realizaron el mismo perfil de inmersión resultaron enfermos.

Las estadísticas dicen que son frecuentes los accidentes laborales en su sector, ¿a qué cree que se deben?

-Desde el empresario hasta el buceador que ejecuta el trabajo tiene que existir una conciencia clara en materia de seguridad. Una planificación del trabajo, la elección de los métodos, equipos o técnicas van a determinar el nivel de seguridad de un proyecto. Y esto se ha de hacer siempre antes de realizar cualquier inmersión por sencillo que pueda resultar el trabajo que se va a realizar.

Belia Fernández tras una operación de buceo

¿Piensa que la reciente modificación del Convenio Colectivo puede evitar los accidentes laborales en el sector?

-En gran parte sí y por eso lo defiendo. Se especifican claramente las medidas de prevención y seguridad y la puesta en práctica de los avances técnicos. Va a suponer sin duda una mejora de las condiciones y a minimizar los riesgos.

En 2016 usted se sindica ¿su accidente fue determinante en esa decisión?

Mi accidente me acercó a los sindicatos. Establecí contacto con Miguel Monforte (SEBP) y Luis Torcida (SAME) y me ayudaron a orientarme sobre los pasos a seguir. Viendo las formas de actuar de algunos empresarios en mi comunidad, me decidí a aportar mi granito de arena. Con motivo de unas jornadas de prevención para GEAS e Inspección de Trabajo que se hicieron en Canarias y a las que asistí en representación suya, tomé la decisión de sindicarme.

¿Animaría a los buzos profesionales a sindicarse? ¿Por qué?

-Por supuesto. Muchos de los problemas que nos afectan directamente no sólo se solucionan en nuestros lugares de trabajo. Existen negociaciones o reivindicaciones a otros niveles, que realizan los sindicatos. Además son un soporte legal muy importante ante la sensación de indefensión que a veces sentimos los buceadores profesionales.

En España hay pocas empresas y muchos buzos ¿Cree que hay miedo en el sector a represalias contra los trabajadores?

-Un sí rotundo. El problema es claramente de mentalidad. Sindicarse es un derecho básico de los trabajadores, pero existe el pensamiento arraigado en los buceadores de que el empresario puede tomar represalias contra nosotros o desfavorecernos. El sindicato es un agente de negociación y comunicación entre trabajador y patronal y no tiene que conllevar nada negativo.

Usted ha denunciado algunos casos de ilegalidad en Canarias ¿Cuál es la situación en las Islas?

-Nos encontramos con empresas que han cambiado y se están adecuando a lo normativa actual. Pero existen otras que aún disponiendo de posibilidades, invierten sus recursos en poder seguir trabajando de las misma manera que lo han hecho siempre. En cuanto a GEAS e Inspección de Trabajo, hay una falta de actuación inmediata ante denuncias flagrantes contra la seguridad de los buceadores. Algunas de ellas se llevan meses sin ser investigadas. No sabemos si hay intereses ocultos o si las grandes empresas disponen del privilegio de las autoridades.

Hay empresas en Canarias que se opusieron a las actualizaciones en la Normativa ¿Por qué cree usted que optaron por esa postura?

-Encontramos algunas empresas que alegaron dificultades económicas para afrontar la actualización de equipamiento. Pero hay otras que aún teniendo posibilidad se niegan a aplicar las nuevas normas porque creen que los encargos dejarían de ser rentables. Otras incluso se basan en el caciquismo y en la tradición de la forma de trabajar de siempre. Todo esto lo sufren los buceadores en unas malas condiciones de trabajo. Aún algo más triste en encontrarse con trabajadores que lo aceptan y que piensan que con el Convenio se reducirán sus oportunidades.

¿Cree que el Convenio Colectivo puede llegar a ser un problema para la competitividad de las empresas en Canarias o la Seguridad de sus trabajadores?

-Habrá empresas que no puedan asumir los presupuestos para afrontar las mejoras necesarias. Pero aquellas que cumplan serán mucho más competitivas que antes. Se necesitará de la labor de Inspección de Trabajo para garantizar que esto sea así y se cumpla la Normativa escrupulosamente.
Espero que en un futuro no muy lejano, los buceadores piensen que el Convenio supuso un antes y un después en la forma de hacer las cosas en su profesión y que procuró siempre que se cumpliera nuestro máximo deseo: volver siempre a casa sanos y salvos.

 

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